Hasta los muertos votan

Cuando vimos llegar la carroza fúnebre al patio del Instituto, nadie lo podía creer. Yo, de plano, no me aguanté; me salió del alma: —¡Ahora sí, lo que faltaba! ¡Hasta los muertos vinieron a votar! Una carcajada generalizada llenó los rincones del salón principal. Esto ayudó a romper un poco con la tensión del día, que a esa hora ya alcanzaba su clímax. Estábamos agotados tras una jornada larguísima recibiendo cajas —perdón, urnas, que suena elegante y, claro, fúnebre— repletas de papeletas, que junto con “casillas” y “boletas” forman un trío de diminutivos que no ayudan mucho a tomarse en serio nada de esto. ...

2024-04-14 · 7 min · Antonio Saade