—¿Qué buscas aquí en la sala, mamá?
—Mis lentes.
—Dónde los perdiste.
—En la recámara.
—Si los perdiste en la recámara, ¿por qué los buscas en la sala?
—Porque aquí en la sala hay luz y puedo ver, y en la recámara está oscuro y no puedo ver.
El absurdo es la materia prima del humor. Probablemente son miles o cientos de miles los chistes e historietas que se alimentan de la falta de lógica, de lo confuso y lo contradictorio, para despertar en nosotros una sonrisa y a veces, ¿por qué no?, una sonora carcajada. “¡Sargento, pero quién fue el idiota que le dijo que los cocodrilos vuelan! –Pues fue el coronel, mi capitán. –Ah, ¿el coronel?. Bueno, si es así, pues sí, es que sí vuelan, pero bajito, bajito, casi al ras del suelo”. Los chistes son viñetas irracionales, absurdas. Fuera del contexto humorístico, lo más seguro es que parecerían imbéciles. ¿Pero en qué cabeza cabe ponerse a buscar lo perdido en un lugar distinto de aquel en que se perdió porque ahí sí hay luz? Eso nos hace reír.
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