¿Pero quién soy yo para contarte esta historia? Apenas un eco, un susurro que se pierde entre las páginas, una voz que quizá no deberías escuchar. Pero aquí estás tú, y aquí estoy yo. Y si algo debo decir antes de comenzar es que no todo lo que leas es verdad. Ya sabes: las cosas cambian cuando se miran de cerca, y Clara, bueno, ella no es la excepción. Comencemos por esa noche.
Llovía como si la noche intentara lavarse las manos de lo que estaba por suceder. Ni tú ni yo estuvimos allí, pero imagina a Clara conduciendo por calles vacías, con la mirada de quien sabe que olvidó algo crucial, pero no puede recordar qué.
Clara era buena en su trabajo, o eso decían. ¿Quién puede realmente saberlo? Después de todo, uno nunca puede confiar del todo en los que dicen proteger la verdad y la usan como un arma. Digamos mejor que Clara era eficiente, precisa como el tic-tac de un reloj. El caso que estaba investigando la había consumido durante meses: la desaparición de cuatro mujeres, todas halladas días después en los rincones más oscuros de la ciudad, sin vida, y con el mismo patrón escalofriante grabado en sus cuerpos. Ella lo había estudiado bien y sabía que algo estaba mal, lo podía sentir en la piel. Era como si existiera un mensaje oculto, solo para ella. Había pasado tantas noches en vela que ya ni siquiera se molestaba en encender la cafetera. La ciudad era un rompecabezas donde las piezas nunca encajaban del todo, y ella, con los años, había aprendido a vivir con los huecos.
¿Qué la llevó al lugar donde terminó?, a esa vieja casa en las afueras de la ciudad, ese cascarón vacío que crujía con cada paso. Ah, pero no nos adelantemos, porque no es así como funciona esto. Cada historia lleva un orden y esta tiene el suyo. Volvamos al principio, o al menos a algo que podría parecerse a un principio.
Comenzó con una llamada. Clara estaba en su oficina, leyendo esos informes que consumían sus horas en el escritorio pero en los que le gustaba sumergirse, fascinada, cuando su teléfono sonó. La versión oficial es que fue esa llamada lo que la llevó a la vieja casa en las afueras pero, ya que estamos solo tú y yo, ¿no te parece sospechoso? ¿Qué detective respondería a un llamado así, sin cuestionarlo, e iría sola a aquel lugar apartado? Aunque, ya sabes, Clara probablemente no era cualquier detective. El asunto es que se dirigió a ese lugar, una casa vieja que alguien había olvidado hacía tiempo, pero que parecía no haber olvidado a nadie: estaba llena de recuerdos.
La puerta estaba entreabierta, una boca oscura esperándola. Clara entró sin dudarlo, porque eso es lo que haría una detective decidida, ¿no? Pues eso es lo que ella hizo. No lo sabía, pero no estaba sola. ¿Cómo podría estarlo? Tú lo intuyes bien: nadie está realmente solo, especialmente en una historia como esta.
El interior parecía vacío, pero las paredes susurraban algo que Clara no quiso escuchar. Siguió adelante, mientras sus pasos resonaban irregulares, como los latidos de un corazón en su último aliento. Escuchó un ruido. Era un sonido suave, rítmico, como si alguien estuviera golpeando levemente contra una superficie metálica. Desenfundó su arma, avanzando con cuidado por un pasillo que olía a humedad y descomposición. El golpeteo provenía de la habitación al fondo del lugar.
Aquí es donde las cosas se ponen interesantes. Es bueno que sea yo quien te cuente esta historia, pues así te enterarás de algo que no se menciona en los informes oficiales. Dentro, en el centro del cuarto sin muebles, no estaba nadie, pero había una caja. Era todo lo que había ahí: una caja, simple, discreta. Pero no era cualquier caja, ¿entiendes? Esa caja la había estado esperando.
Clara la abrió, porque, por supuesto, lo tenía que hacer. Dentro, en una hoja blanca suelta, estaba escrito con impecable caligrafía: “Te he dejado algo especial. Míralo bien, porque la verdad está justo frente a ti”. La verdad, o lo que se supone que es la verdad, es que Clara tomó esa caja y la guardó para sí.
Aquí es donde todo se vuelve un poco borroso, como una fotografía mal enfocada. Porque algo cambió. O tal vez no. Quizá simplemente lo imaginamos. Pero aquí estamos tú y yo, en este punto donde la historia podría terminar, pero no lo hará. No, porque en algún lugar está Clara; aún sigue ahí, nadie sabe dónde. ¿Qué fue lo que encontró? Quizás un reflejo de sí misma, o tal vez solo vacío.
Al final, la historia no es sobre lo que Clara encontró. Ni siquiera sobre lo que buscaba. Se trata de lo que tú creas que encontró. Y la caja, bueno, la caja sigue ahí, esperando a la próxima Clara, a alguien como tú que quiera descubrir qué hay realmente dentro. La caja te espera, es solo para ti. Pero te lo advierto: no todo lo que brilla es oro, y no todo lo que se cuenta es la verdad.
Debo ser honesto contigo, o al menos tan honesto como puedo ser. ¿Y si te dijera que Clara no era la víctima, sino la cazadora? Sí, ya sé que te suena increíble, pero a veces la verdad lo es. Depende de cómo la mires. A veces solo basta que te acerques un poco más. Lo sé, porque yo estuve ahí. Y no todos regresan para contarlo.
Tarea: Elaborar un cuento policiaco de libre extensión en voz narrativa de segunda persona, que implique asuntos de suspenso y terror, y que contenga al menos dos metáforas.