La vida no regresó a ser normal después de que Memo volvió de Santiago. Para él, lo normal nunca había existido y el incidente con Ángelo en el programa de televisión cambió muy poco de su quehacer cotidiano. Las mismas ovejas, el mismo lago, el mismo amanecer. Eso sí, ahora se sentía más tranquilo y ya no estaba solo, pues tenía a Marta. Lo hacía feliz sentir su cuerpo menudo a su lado. La Flaca, como le decía el tío Braulio, también estaba bien ahí, protegida por ese hombre grande.
Una tarde, mientras veían pasar los aviones en el cielo, ella le confesó:
-¿ Sabéi que lo vi al tío acá en Llanquihue?- preguntó ella.1
-Ah.
-Sipo. Má’ encima, no estaba solo… estaba con tu papá. Al tiro se fueron pa’onde estaba la escuela alemana. Parecían pololos.2
-Son parientes, algo tendrán que decirse.
-Pero del papá no sabíamos desde que quiso retarte. ¡ Chuta, qué escena! Pensé que no lo volveríamos a ver. Lo que sea que esté tramando, tenís que estar ojo al charqui. ¿Cachai?"3
-Sí.
Las pláticas de las que hablaba ella llevaban varios días. El padre había estado ideando un nuevo plan para llevar a Memo a la televisión y en su mente tenía todo listo: harían una especie de Reality con el monstruo y, por supuesto, le cobrarían la mayor parte de los derechos. Para cuando los vio Marta, ya casi había convencido al tío, quien ahora estaba seguro de que la vida del campo no era lo suyo. El trabajo era pesado y extrañaba el bullicio de la ciudad, sin contar con que también le podría dar un buen uso al dinero adicional. Trataba de convencerse a sí mismo de que con eso ayudaría también al muchacho a superar sus traumas. Solo faltaba acordar los porcentajes y terminar de pulir la mejor manera de llevar el plan a la acción.
Unos días después, todo estaba definido al detalle. Llegarían a la cabaña por sorpresa, cada uno por su lado para que Memo no sospechara. Ambos sabían el cariño que le tenía al tío, así que este iría primero para suavizarlo, inventando cualquier historia de arrepentimiento. Luego vendría el papá, conciliador y con una cámara miniatura que había comprado en Miami para esconder entre la ropa o en un maletín. Hablarían de cualquier cosa y en algún momento lo forzarían a una discusión airada, que sabían que él no podría evadir; era parte de su carácter irascible. Se referirían a su madre, al canto, a Ángelo. Ayudarían a que lo sacara todo. Con un poco de suerte, hasta Martita intervendría para lograr una escena desgarradora con la que los productores estarían felices. Ya luego verían cómo seguir desde ahí, pero mientras tanto, les parecía un excelente plan para comenzar.
Esperaron hasta que, una tarde cualquiera, el tío se presentó a la puerta de la cabaña. Esa había sido su casa, pero hacía tanto que no estaba ahí, que sintió que debía tocar. Fueron cuatro golpes lentos. Unos segundos después, Memo abrió y lo abrazó con fuerza en cuanto lo reconoció. En ese momento de efusividad, que le recordó el amor callado de su sobrino, el tío estuvo a punto de perder el valor y echarse para atrás, dando por cancelado todo. Por un momento pensó que quizá era un acto demasiado bajo exponer al muchacho a esos recuerdos dolorosos una vez más y peor aún hacerlo en televisión nacional. Sin embargo, pensar en el dinero pronto lo hizo volver al plan.
Con un gesto, Memo lo invitó a pasar. Los alcanzó Marta, que los había oído desde la cocina, y los tres se pusieron a platicar frente al té y el plato de galletas que ella tenía preparado para la Once (N. del T. La hora del té por la tarde en Chile) . En realidad, solo dos platicaban vivamente: el tío y ella. Memo los escuchaba con gusto de ver de nuevo a su tío.
Algo más tarde, la puerta volvió a sonar. Era el papá. En el intervalo, Braulio había preparado a los jóvenes lo mejor que pudo. Lo había encontrado en el pueblo, les dijo, y parecía genuinamente arrepentido así que lo invitó para que pudieran arreglar sus diferencias. Al final, eran familia y debían entender.
El ambiente se hizo tenso, aunque tanto el tío como el recién llegado no pudieron menos que sorprenderse de ver a Memo más tranquilo de lo que esperaban. No lo dijeron en voz alta, pero ambos pensaron en lo mucho que lo tenía cambiado la Martita y sonrieron con un mismo gesto. Como hubiera sido, no se engañaban. Nadie podía cambiar tanto. Sabían que en cualquier momento vendría la furia, en cuanto tocaran los temas sensibles. La cámara estaba lista y bien apuntada a la escena desde el maletín que quedó tirado como por casualidad en el sillón.
Llegaron pronto los temas difíciles, pero la furia tardaba. Memo resistió con ecuanimidad cuando las provocaciones subieron de tono, primero por el papá y después se le unió el tío. Marta se veía preocupada, pero Memo no cedió. Si uno ponía atención, en su cara siempre silenciosa podía verse algo parecido a una sonrisa condescendiente. Esto terminó de enfurecer al padre, quién ya no aguantó y explotó a gritos: “Gordo inútil, acabaste conmigo”, “Por tu culpa perdí a tu madre y hasta el último centavo”, “¿Para qué te ayudé a volver a la tele? ¿Para que me terminaras de exhibir?”. En el calor de los gritos, el tío lo siguió.
La escena era caótica y difícil de narrar. Rápidamente fue empeorando hasta que, de pronto, de la nada, sucedió lo increíble: Memo se desembarazó de los dos hombres que gritaban con esa suavidad que solo un gigante como él podía mostrar en un caso así, dio dos pasos al centro de la habitación, abrió los brazos y… comenzó a cantar. Los demás callaron, estupefactos. ¿Qué era lo que pasaba? Casi al momento sucedió algo aún mas extraño: comenzó a escucharse una música en el fondo que llevaba el ritmo, mientras la melodiosa voz del joven llenó el cuarto. “Nobody knows you’re here…”. Este cuadro surrealista continuó así hasta la nota final, sin que alguien pudiera articular palabra. Al terminar, se oyó un fuerte grito:
-¡Corte! ¡Queda!
Todos voltearon al lugar de donde salió la voz. Las luces cambiaron, se hicieron un poco más tenues, y por detrás de un muro falso salieron cinco o seis personas con cámaras y equipo de grabación.
-¡Perfecto! ¡Perfecto! Salió muy natural. Una gran escena, señores. Ahora, por favor, acompañen a Carmen para que les arregle un poco el maquillaje. Nada exagerado, ¿eh, Carmelita? En cuanto terminen, a la cocina para la entrevista. ¡Ya tenemos nuestro primer episodio!
El papá y el tío miraban a derecha e izquierda sin poder moverse, incrédulos. Más bien, entre enojados y sorprendidos. No entendían lo que pasaba. Memo y Marta sonreían. El primer capítulo de “La cabaña del Memo” pronto estaría al aire.
-¿Viste que no era mala idea? Te lo dije, po.
(Marta abraza a Memo como puede. Close-up de sus caras, viéndose uno al otro. Ambos sonríen. Luego se abre la toma y la cámara panea en dirección a la cocina, donde los técnicos están preparando la entrevista, ocupados y sin voltear a ver. La cámara sigue despacio en dirección al frente de la casa, a la ventana, sale por ahí hacia el campo, en continuo hacia el lago y sube hasta centrarse en la cauda de un avión de reacción, estática y blanca sobre un cielo azul, sin nubes. Fade a negros).4
El hablar chileno mantiene un rico conjunto de formas y vocablos propio. En la conjugación, es característico encontrar residuos del “voseo”, en este caso para el verbo saber: Sabéi por Sabes o, más específicamente, por Sabéis, sin rastro ya de la “S” final. Otro caso típico es la estructura de la frase “lo vi al tío”, que nos puede parecer redundante pero es de uso corriente. ↩︎
El “sí, pues” es tan común que cuando se habla o escribe se integra en una sola palabra: sipo, que se escucha casi como sipu. En el habla cotidiana se usan sipo, nopo, yapo. Pololos es por novios, Má’ encima corresponde aproximadamente a nuestro Encima cuando se usa como Además. Por su parte, la expresión Al tiro (pronunciada y escrita casi siempre como una sola palabra) equivale a inmediatamente, rápidamente o de una vez. Finalmente, en este texto puede verse una conjugación interesante: la de la segunda persona del singular en algunos verbos irregulares, como aquí Tener, que normalmente se contrae a Tenís (tenéis). ↩︎
Cachái o Me cachái se utiliza ampliamente como pregunta por Entiendes o Me entiendes. Retarte es en el sentido de Regañarte. La exclamación Chuta se explica sola. Estar ojo al charqui es Estar prevenido, Poner atención. En este párrafo resalta el uso del artículo en El papá. En Chile, no solamente se aplica, como aquí, al papá o al tío; es usual antecederlo también al nombre propio: La Marta o El Memo. ↩︎
Close-up: acercamiento. Paneo: giro horizonal y suave de la cámara. Zenital o Cenital: Toma desde un punto alto. Fade: Desvanecer, desvanecimiento. En este caso, oscurecimiento. ↩︎