Si ya me conoces, ¿por qué vuelves a preguntar? No hablo simplemente porque no quiero hablar. Nada más. No me obligues a hacerlo. Guardo las cosas en el pecho y ahí se van quedando. Así me gusta. Para que duelan. Para que sigan royendo. Cada uno tiene su forma de lidiar con la vida y a mí me gusta así. Cada una de esas piedras la cargo conmigo. Les he construido su jardín y las cultivo como perlas, para que florezcan y maduren. Cada día hago con ellas los collares y las preciosas filigranas que me adornan. Yo soy ese jardín y encuentro placer cargando este peso, porque es mío.

Nada puede ser más mío que lo que está aquí dentro. Lo que está fuera no tiene ningún valor. Nadie me ha visto con ojos amorosos, ni me ha dicho que soy hermoso, ni ha pensado en tenerme cerca. El exterior no existe, es solo una fachada que oculta lo que vive en mí. Mi alma buena, como dice mi tío Braulio. Mi voz, que era lo único que interesaba a mi padre, siempre ávido de dinero y por quien perdí mi vida, mi voz y a mi madre. Aunque, esa voz ni siquiera fue mía desde el momento que la presté. Desde que la tomó él y se la di bajo engaños.

No entiendo cómo has podido ponerte de su lado. Pero ahora lo veo. Tú, Marta solo has sido una distracción.

Atesoro lo que he sufrido, cada ocasión que han abusado de mí. Porque uno es lo que ha vivido. No tiene caso que insistas, Marta, que eso no cambiará. No estoy dispuesto a dejarlo ir, lo sabes bien. Y también sabes de lo que soy capaz. Así que no me provoques.

¿Que desaproveché la oportunidad de ser famoso? Eso no puede ser, ha sido siempre una ilusión. Nadie podría tomarme en serio, aunque tú pienses otra cosa. No me engañarás. Ahora que lo viví de nuevo, supe que lo único que me hacía falta de todo esto era decirle en su cara que él no cantaba y eso hice. Le dije al mundo que quien cantaba era yo y no él. Que era un impostor, que ponía solo su cuerpo y hurtaba mi arte, mi esencia. Esta vez mi público era solo uno: él. Tenía que decírselo, debía sacarlo, pasara lo que pasara. A eso fui. Hace años me desquité con su cuerpo, cuando lo dejé lisiado en su silla de ruedas. Fue un arranque infantil, ya lo sé. Por eso sentí que me hacía falta algo más. Ahora aprovecha su desgracia para hablar de superación, para vender esperanzas falsas. No sé por qué me llamaron, que me obligaron a ir, para exhibirme, para burlarse otra vez de mí. Ya me conoces, necesitaba romper su alma, hacerla pedazos para que la mía pudiera vivir en paz. De nada vale su falso perdón de algo que él no entiende. El dolor que sufrí todos esos años en los que robó mi voz, no fueron nada comparados con las burlas que siempre hizo de mí, incluso sin saberlo. Nada frente a la pérdida de mi padre y de mi madre. A la muerte de mis esperanzas. Mi pasado, mi presente y mi futuro. Pero hoy, él no es nada. No vale nada. Menos que nada. Yo me he encargado de eso. Y lo merece. No sé qué otra cosa podían haber esperado de mí al invitarme.

Estoy bien así. Me gusta vivir lejos de los hombres. Aquí nadie me ve. Nadie se burla. Sí, porque todo aquel que me ha visto se ha burlado. No todos lo dicen en voz alta, pero sé que lo piensan. “Mira ese gordo”. “Mira ese feo”. “Mira ese monstruo”. “¿Cómo puede ser alguien como el Memo?”. No saben nada. Por eso, lo que cargo es mío, sólo mío. Me gustan mis ovejas, porque no me juzgan. Al contrario, las ayudo y me ayudan. Me gusta vivir aquí donde no hay nadie; sentir el agua fría en el cuerpo y ver las estelas que dejan los aviones al pasar. Me recuerdan que estoy lejos. Que hay algo más allá que no me puede tocar. Disfruto del trabajo y de ver la calma de los bosques. Pero, sobre todo, me gusta porque nadie sabe que estoy aquí.

Al menos eso era hasta que apareciste tú. Ahora que lo pienso, tu eres la culpable de que renaciera todo. Vivía tranquilo hasta que atrajiste el mundo hacia mí y perdí lo poco que me quedaba. ¿Por qué lo hiciste? Había creído en ti. Pensé que eras distinta a los demás. Lo siento, Marta. Tendrás que pagar tú también.