(El sonido de los números marcados en el teléfono resuena en la habitación. Del otro lado de la línea comienza a sonar. Uno, dos, tres timbrazos. Al cuarto, alguien contesta y él comienza a hablar).
—Hola, Ana, soy yo… No, no pasó nada grave… Bueno, sí. Sí pasó, pero no es por eso que te llamo.
—…
—Perdona, sé que es tarde y que tu marido debe estar ya en casa, pero no sabía a quién más recurrir. No quería llamarte a esta hora, créeme, pero necesito desahogarme.
—…
—Gracias… Se fue. Sofía… Sofía me dejó.
—…
—Ya sé, ya sé que me lo advertiste. No necesito que me lo recuerdes ahora. Solo… no sé qué hacer, Ana. No sé qué hacer.
—…
—No entiendo cómo alguien puede tirar todo a la basura así como así. ¿Y sabes qué? Lo peor es que no me sorprende. Hace tiempo que sentía que ella ya no estaba realmente aquí. Cada vez que la miraba… era como si estuviera en otro lugar. Bajaba la cabeza, miraba el reloj, cambiaba de tema. No podía sostenerme la mirada.
—…
—Y ni siquiera me lo pudo decir en persona. Fue por teléfono, Ana. Me dijo que tenía miedo de venir a casa. ¿Miedo de qué? ¿De mí? ¿Qué se supone que significa eso? Tú me conoces, ¿cómo crees que yo podría…?
—…
—¡Claro que no! ¿Qué estás insinuando? ¿Por qué siempre tienes que dudar de mí? Como si yo fuera el único malo aquí.
—…
—Vamos, di algo. Siempre tienes algo que decir, ¿no?
—…
—No sé… Esto no es justo. Este dolor… Es más de lo que cualquiera debería soportar. ¿Cómo se supone que debo sentirme sabiendo que ellos están ahí, felices, viviendo su vida como si nada? Como si yo no importara nada.
—…
—No necesito consejos, Ana. Ni que nadie me diga que va a estar bien. Porque no lo está. Nadie debería poder hacer algo así y salirse con la suya.
—…
—Pues quiero que sientan lo mismo que yo estoy sintiendo ahora.
—…
—No me trates como a un loco, Ana. No estoy planeando nada “estúpido”. Esto no es venganza… Es justicia.
—…
—Pues la clase de justicia que los hará pensar dos veces antes de que vuelvan a traicionar a alguien.
—…
—¿Tú? No, tú no tienes por qué estar preocupada. Esto no tiene nada que ver contigo. Pero Carlos y Sofía… ellos sí. Ya lo tengo todo claro.
—…
—No, por supuesto que no voy a arrepentirme. Son ellos quienes van a arrepentirse. Nunca lo van a olvidar.
(Cuelga de golpe. Sus manos tiemblan, no de rabia, sino de algo más profundo, algo que no sabe cómo nombrar. Queda solo en la penumbra de la habitación).