–Sargento, corrija, tres grados nor-noreste.

–¡Sí, mi capitán!

–Avancen dos metros más y ajusten. Para entonces tendríamos que estar muy cerca del muro sur. Probablemente hará falta modificar la inclinación un par de grados. Tenemos que llegar más profundo para rebasar la linea de cimentación.

–¡Sí, mi capitán!

El capitán estaba orgulloso de su compañía de topos zapadores, que habían casi terminado el trabajo a marchas forzadas en apenas unos días. Un poco más y estarían en posición de minar el muro principal de la casa de los humanos. Jamás habrían pensado en llegar a esto, pero los nuevos inquilinos habían resultado radicalmente intolerantes y se habían embarcado en una campaña sangrienta de exterminio en contra de ellos. Si las cosas seguían así, dentro de muy poco tiempo no quedaría un topo vivo y la familia dejaría de existir. Este era un asunto de vida o muerte y, por lo tanto, requería de acciones a la altura. La guerra total.

Los días pasados habían traído un pequeño respiro, cuando un torpe disparo de la nueva inquilina rebotó en una piedra, para fortuna de su pobre víctima, y regresó a donde había salido. Literalmente, la mujer se salvó por los pelos cuando el proyectil le rozó la cabeza. Asustada, dejó de perseguirlos por unos días.

Los topos aprovecharon bien el tiempo para poner en práctica sus más antiguos conocimientos de ingeniería que, irónicamente, habían aprendido de los propios humanos en tiempos de griegos y romanos. Eran los rituales arcaicos y violentos de la guerra que despreciaban y que solo algunos iniciados habían mantenido ocultos a la mayoría. Estas pequeñas criaturas se enorgullecen de ser pacíficas e incluso hacen esfuerzos extraordinarios para que sus túneles ayuden a la agricultura, oxigenando, removiendo y abonando la tierra donde más hace falta.

Los topos son vida para la naturaleza, por eso nunca han logrado comprender la razón del odio que los humanos muestran hacia ellos. No entienden por qué una mancha de pasto en un jardín aburrido y totalmente artificial vale el sacrificio de sus hermanos. Es maldad pura. Colonos en tierras inhóspitas, sus antepasados han tenido que superar las sequías, las heladas, las serpientes, los perros y ahora esto. No es justo.

El capitán se sentó un rato. Estaba cansado. Se tomó un momento para recordar a su familia, a su esposa, a sus hijos que habían tenido que huir. Era una seguridad temporal de la que ellos mismos dudaban; un día, cada vez más cercano, los humanos llegarían a cualquier lado que fueran y la historia se repetiría, siempre extendiéndose, siempre matando. Las lágrimas estuvieron a punto de salir de sus ojos cuando inclinó la cabeza y comenzó a rezar las palabras que había aprendido de sus abuelas en alabanza al gran espíritu. Se levantó, sacudió el polvo y se preparó para esperar la luz de la mañana, seguro de que esta vez no traería alegría. Solo eran unas horas más.

tarea: Elaborar un cuento humorístico con narrador omnisciente, de libre extensión, sobre la siguiente anécdota:

Para abatir el aburrimiento y tirada pecho-tierra en el jardín se dispuso a cazar topos. No obstante, el rifle le devolvió la bala pues esta rebotó contra la pared pasando peligrosamente a escasos centímetros de su rostro.

(Nota: siento mucho que esta vez no pueda ser humorístico).