Regresa un poco, papá, nada más unas páginas; quiero que me leas esa parte en la que las hadas están asustadas porque supieron que los ogros les quieren hacer algo feo. Los ogros son muy malos, ¿verdad? Anda, haz que se vayan. Usa tu magia para desaparecerlos como hiciste con la bruja de Blanca Nieves.

Bueno, sí, mejor sigue leyendo. Ahí, esa parte. ¡Qué susto! ¡Son horribles! Tú dijiste que Dios hizo a todas las criaturas buenas, pero estos son malos. No, no es ahí, es más atrás, te lo saltaste. Más atrás, la parte cuando me dijiste que esas eran unas hadas guerreras y que podían defenderse solas. No lo inventaste, ¿verdad? Porque entonces sí, no sé qué vas a hacer para salvarlas.

Ah, qué bueno que sí está eso. Me habías espantado. Cuéntame otra vez cómo las hadas se ponen su armadura y se forman todas en fila, como en la escuela. Un ejército de haditas, todas arregladitas y muy derechitas.

Oye, pero no vas a contar nada de vampiros, ¿verdad? La otra vez me asustaste mucho con esa historia. Ya no me vuelvas a leer esas cosas, ¿sí? Sobre todo eso de que los vampiros se desaparecen y luego vuelven a aparecer y se te aparecen por atrás. Lo bueno es que a los ogros los puedes ver siempre. Y es que ¡huelen tan mal! Seguro te das cuenta de que ahí vienen desde cien kilómetros antes.

Ahora léeme donde las haditas se forman en línea y sacan sus varitas mágicas todas juntas. ¿Por qué dices que son espadas? Claro que no son espadas, son varitas mágicas. Como en el cuento de Harry, el de la varita mágica. ¿Pero crees que les dará tiempo de detener a los ogros si vienen corriendo?

No, no digas eso; no les van a hacer nada. Lo dices para que me asuste más, pero acuérdate que ayer leíste que ya estaba la reina con ellas. Repíteme el nombre, anda. Sí, la reina Titania. Y ahí está la capitana ordenándole a todas. Es el hada más lista y más valiente. ¿Te acuerdas cómo buscó a las haditas del reino y las juntó a todas? Yo quiero ser así cuando sea grande.

Tengo mucho miedo. Con tu magia, deberías hacer que los ogros caminen más despacio, porque si no, van a llegar muy rápido y las van a lastimar. ¿Verdad que sí puedes? O mejor, pásale un poco de tus poderes a la reina para que se apure y con su varita los congele a todos. No, no te pares, sigue leyendo, y si pasa algo feo me abrazas.

Mira, es lo que te decía, pero nunca me haces caso. ¿Ves que la capitana es muy valiente? No quiero que vuelvas a decir nunca que las haditas son miedosas. Solo es porque te estás distrayendo y no estás leyendo bien. Necesitas poner más atención.

Ni siquiera te diste cuenta de que Titania vive aquí en casa. Ayer que leíste que había salido a explorar para encontrar más hadas, no la viste, pero estaba en la cocina, buscando. Yo la vi, con sus alas y su vestido azul. Igualito al que usaba mamá los domingos.

Seguro que tú también la viste cuando subiste al cuarto, porque ahí estuvo. No, no digo que viste a mamá… digo a la reina hada.

¿Por qué me preguntas si vi a mamá? No… desde anoche no la veo. Pero sé dónde está. Ya verás, sigue leyendo. Ahí viene, donde la capitana de las hadas va a llamarlas a pelear.

Papá pasó la página, temblando.

—“Nina, Raúl… estoy aquí. No se preocupen. La reina de las hadas me trajo para luchar contra los ogros. Ya va a empezar la batalla. Y si no regreso, recuerden que ella nos protege. Los quiero mucho”.

El papá leía, aunque el libro ya estaba cerrado entre sus manos. Luego bajó la vista, y apenas en un susurro, dijo:

—Yo también la vi.