Mientras la lluvia golpea suavemente tu ventana, siéntate en tu sillón favorito. Deja que el aroma del té caliente te envuelva. Este es tu refugio, tu pausa en esta ciudad que apenas empiezas a conocer.
Es un buen momento para abrir el viejo cuaderno que encontraste en el “mercado de pulgas”. Te ha estado esperando. Piensa en las coincidencias que trae el destino. Aunque normalmente no caminarías entre trastos viejos y tanta gente, y tampoco comprarías un cuaderno antiguo y polvoriento, algo en él te atrajo: su aspecto añejo o la promesa de una historia por descubrir. Hojéalo, anda, aunque solo sea por curiosidad, y verás que desde la primera página resalta una frase escrita para ti:
«Si estás aquí es porque te he encontrado».
Estás intrigada, se nota en tu mirada. Comienza a leer las palabras despacio, con atención. No volverás a ser la misma.
«Mi barco naufragó hace semanas y ahora me encuentro varado en una playa. No hay señales de otros supervivientes. Escribo en este cuaderno para mantener la cordura y con la esperanza de que mis palabras lleguen a alguien. Si estás aquí es porque te he encontrado. No sé quién eres o si existes siquiera, pero imaginarte ahí, al otro lado de estas páginas, me hace sentir menos solo».
Es un náufrago. Imagínalo solo, perdido, con una barba larga y un aire de melancolía. Es como si te hablara desde un rincón olvidado, ¿no es cierto? No te detengas, sigue leyendo:
Día 5
«Todavía sueño con el naufragio. Recuerdo el golpe del agua, el caos, la sensación de que el mundo se partía en pedazos. Es extraño, pero en esta isla no hay nada de eso. Al contrario, todo se ve intacto, sin grietas, como si nunca hubiera conocido el desastre. Es como si alguien, en algún lugar, quisiera hacerme creer que no ha pasado nada y que el mundo real es este».
No es como pensaste, al menos no es igual. Ninguna entrada de agua que haya llenado poco a poco la embarcación hasta obligarlos a abordar las lanchas. No, la escena debe haber sido horrorosa. Imagina lo que será caer de pronto de la seguridad del barco a la confusión y el agua fría. Quién sabe cuánto tiempo habrá pasado ahí, flotando en la oscuridad, pero qué suerte que haya encontrado una playa que lo acogiera.
Día 7
«Hoy abandoné la esperanza de encontrar algún compañero en la playa y decidí adentrarme a explorar. No hay nadie en esta isla. Porque sí, es una isla. Desde el punto más alto en el centro, pude ver que solo el mar me rodea. Por suerte, no pasaré hambre: hay árboles frutales y un arroyo de agua dulce cerca. Es un sitio hermoso. Me pregunto si tú también apreciarías esta belleza si estuvieras en mi posición. Creo que sí. Te sorprenderías al ver las aves de colores brillantes y tantas flores desconocidas que abundan aquí».
Es como si te conociera, ¿verdad? De alguna manera sabe que te encantaría ver todo eso: el arroyo y la fronda espesa de una isla virgen, donde todo es verde y no hay huellas de lo que llaman civilización. Sí, deja salir esa sonrisa que apenas se dibuja en tu rostro. Hace mucho que no lo haces. Cierra los ojos e imagina las escenas que él describe. Permítete un momento de calma para soñar con un sitio tan lejano y al mismo tiempo tan cercano a tus propios sentimientos. Te gustaría estar ahí para verlo.
Día 16
«Hoy finalmente logré encender un fuego después de muchos intentos fallidos. Es probable que pienses que no hay nada que festejar en algo tan cotidiano, pero me gustaría verte intentarlo para que veas que no es nada fácil. ¡Lo que daría por una caja de cerillos! No te imaginas la satisfacción que sentí al ver las llamas cobrar vida. La noche es menos intimidante con el calor y la luz».
Día 25
«Ayer comencé a construir un refugio. Aunque el clima ha sido favorable y me las he ingeniado para dormir haciendo montones de hojas en el suelo, no sé cuánto tiempo estaré en esta isla. Dirás que estoy volviéndome loco, pero una y otra vez me sorprendo imaginando lo que estarás haciendo ahora. Mientras trabajo, imagino que estás, conversando conmigo para hacer el tiempo más ameno».
Si te preguntabas por qué este diario te ha atrapado tanto, esta es la razón. Tú no has naufragado, pero tienes una idea de cómo se siente estar perdido en su isla. Aquí, en tu mundo y a pesar de la gente en las calles y en las tiendas, también has experimentado ese silencio y, al igual que él, necesitas a alguien que esté dispuesto a escucharte.
Día 40
«Perdona que no haya escrito estos últimos días, no me he sentido muy bien y llegué a pensar que continuar con este diario no tiene ningún caso. Nadie me leerá. Sin embargo, como puedes ver, estoy de nuevo con la pluma en la mano y ahora mismo sabrás por qué. Hoy traté de pescar, pero las olas me derribaron. Salí del agua temblando, con las manos vacías y la boca llena de sal. Quise dejarlo todo para tirarme en un rincón y permitir que mi vida se escapara. Pero luego pensé en ti y en qué me dirías en este momento. Seguro me animarías a no rendirme, a intentarlo de nuevo mañana. Imaginar tu apoyo me da fuerzas».
Ese nudo que se forma en tu estómago es frustración. Así es como sabes que sus palabras resuenan en ti de una manera profunda. Al menos agradeces que siga ahí, que continúe escribiendo. Mientras lo haga, él se sentirá acompañado y tú estarás más tranquila sabiendo que está bien.
Día 45
«Las noches son largas y silenciosas. Las estrellas brillan como en ningún otro lado; es un espectáculo de millones de luces que dejan sin palabras. Ojalá pudieras verlas. Aunque, quién sabe, puede ser que en este mismo instante estés mirando hacia arriba desde donde estás».
Qué distinto es todo desde tu asiento, al calor de la chimenea. Él, en cambio, está solo y a la intemperie. Aun así, intenta mostrarse optimista. De algún modo, quiere que sepas que ha encontrado consuelo en lo que lo rodea, y te lo dedica a ti. Aunque siga lloviendo y en tu ventana no hay estrellas, si te asomas notarás cómo brillan las gotas de agua con mil colores a la luz de la luna.
Día 62
«Creí que ya había superado esto, pero la soledad pesa más en estos días. Echo de menos escuchar otra voz, compartir una risa que no sea la mía. Aunque he aprendido a recolectar frutas y pescar, esto me recuerda constantemente mi situación precaria. La comida y el abrigo son suficientes, por ahora. Otra cosa es el vestido. ¡Si me vieras ahora! Las ropas con las que llegué son harapos que cuelgan a pedazos y no soy muy hábil para trabajar con las fibras y los materiales que he encontrado. ¡Me gustaría verte a ti entretejiendo hojas y ramas! Lo bueno es que nadie me ve y puedo pasear a mis anchas, aunque el pudor a veces me gana. Sin esperanza de ver a alguien pronto, escribirte se ha vuelto mi refugio. Me pregunto cómo es tu voz. Puede que esté mal que lo diga, pero siento que, de alguna manera, estás aquí conmigo».
Día 73
«No me lo vas a creer, pues esto suena a novela, pero es cierto: en el centro de la isla hallé una cueva que ofrece mejor protección contra las tormentas. Había ahí varias cosas abandonadas. Alguien estuvo aquí antes que yo, aunque es evidente que fue hace mucho tiempo. Seguramente ya ha fallecido. De cualquier manera, no tendrá inconveniente en que la ocupe. Estos días he estado limpiando y arreglando de a poco y ahora se siente más acogedor. Me gustaría que pudieras ver cómo va quedando y disfrutaras de las vistas al mar desde donde estoy, son hermosas. A veces, mientras descanso, pienso en las conversaciones que podríamos tener y compartir historias contigo junto al fuego. Quizá hasta me darías algunos consejos para que esto se vea más acogedor».
Continúa leyendo. Avanza en esta historia, en sus pequeños detalles, en la intensidad de sus aventuras que te tienen cada vez más sumergida en el relato, en su protagonista y en su tragedia. Solo así conocerás lo que quieres saber: cómo pasa esos días para sobrevivir, pero también sobre sus tardes de reflexión frente al papel. Lo irás descubriendo. A estas alturas, ya sabes que algo los conecta. Es posible que haya almas destinadas a encontrarse, sea por afinidad, por las circunstancias o simplemente por casualidad.
Día 127
«Hoy, mientras exploraba, resbalé y me lastimé un tobillo. El dolor es intenso y me preocupa no poder moverme con facilidad. Me senté bajo un árbol y dejé que las lágrimas fluyeran. Pero no te preocupes, saldré adelante».
No te angusties, no tiene caso. Será mejor pensar que estará bien. No será fácil, pero recuerda que al menos tiene comida y cobijo. Es cosa de que descanse un poco y se irá recuperando. Sí, es natural que te lleves la mano al corazón y sientas su dolor. Quién sabe lo que sería de ti en estas circunstancias, pero admira su resiliencia y la forma en que, incluso en sus peores momentos, piensa en ti.
Día 250
«En noches como esta me pregunto si alguien piensa en mí, allá lejos. Pienso en mi madre, quien siempre me pedía que le escribiera cuando viajaba, aunque no fuera muy bueno para eso. “Solo dime que estás bien”, solía decir. Ahora daría lo que fuera por escribirle una carta para que la lea y esté tranquila. ¡Por lo que estará pasando! También pienso en mis amigos, ¿qué estarán haciendo? ¿Se acordarán alguna vez de mí? Me consuela imaginar que sí. Puede que incluso me recuerden como alguien alegre, aunque no siempre lo fui. ¿Qué pensarías si te dijera que yo también era alguien común,como cualquier otro, con sueños pequeños y días iguales unos a otros? Todo parece tan lejano ahora. Es como si aquello le hubiera sucedido a alguien más. Sobre todo, es extraño escribir para alguien a quien no conozco».
¿Cómo que no te conoce? Después de todo, da la impresión de que siempre se ha dirigido solo a ti. ¿Te gustaría escribirle ahora, verdad? Podría ser, ¿por qué no? Decirle que existes, que estás ahí, que lo has estado leyendo, que te importa lo que le pasa. Sí, suena imposible, lo sabes bien. Ni siquiera sabes dónde está. Por más que quisieras hablarle, en tu interior esto no se siente real. El diario lo es, la persona seguramente también, pero su manera de hablar en las páginas de este antiguo cuaderno proviene de otro mundo. Es posible que él esté sintiendo lo mismo. De todos modos, escribe, dile lo que sientes, aunque solo sea para ti. Verás que te sentirás mejor y, quién sabe, a lo mejor, como tú, él también encuentre la forma de saberlo.
Día 271
«Ya no puedo más. Cada día me convenzo de que no llegará nadie a rescatarme. He decidido construir una balsa. Sé que es arriesgado. La isla está rodeada de arrecifes y el mar siempre es traicionero. Ya lo viví una vez, pero no puedo quedarme aquí para siempre. Como ves, sigo escribiendo. Hoy, mientras veía el atardecer, pensé en lo que dirías al ver los colores del cielo reflejados en el mar. Te encantaría. Espero que algún día puedas experimentar algo así».
«Por la tarde encontré una flor extraña cerca del arroyo. Sus pétalos son de un color que nunca había visto. La guardé entre estas páginas, esperando que se conserve. Es un pequeño tesoro en medio de la soledad».
Ahí está, esa es la flor seca que encontraste entre las páginas. Piensa que la dejó ahí para ti. ¿Puedes sentirlo? En medio de su agotamiento y su decisión de arriesgarlo todo, tuvo tiempo para dejarte este pequeño regalo. Es cierto que esa flor parece un adiós, como si fuera su manera de despedirse sin palabras, de dejarte algo para recordarlo. Claro que te preocupa lo que pueda pasarle y no puedes evitar preguntarte si realmente encontrará lo que busca más allá del horizonte. Pero no se ha rendido. Tranquila. Solo así es posible que lo logre, que finalmente pueda salir. Así que no pierdas el ánimo. Al contrario, escucha cómo te dice que incluso en su peor momento, sigue viendo belleza en estas cosas pequeñas. Puede que espere que tú también la veas.
Día 299
«La balsa está lista. Mañana partiré al amanecer. No sé qué me espera más allá del horizonte. Cualquier cosa es mejor que languidecer en este desierto, que morir desterrado y solo. Quiero agradecerte por haber estado conmigo este tiempo. Es extraño sentir tanto por alguien a quien no conozco, pero quiero que sepas que me has acompañado en mis días más oscuros. ¿Sabes? Creo que te he conocido desde siempre. Fuiste tú la razón por la que comencé a escribir, el motivo por el que no me he rendido antes y por el que ahora busco salir de aquí. No lo sé con certeza, pero quiero pensar que estás leyendo esto porque el universo quiso que nos encontráramos. Algún día».
Por un segundo, te preguntas si realmente escribió esto para ti. Si de alguna forma, más allá del tiempo y el espacio, él supo que serías tú quien leería estas páginas. Las últimas páginas están en blanco. Ya no hay más, no sigas buscando. Mejor cierra ya ese cuaderno. Está bien, si quieres, apriétalo contra tu pecho, pero no dejes entrar el dolor. Afuera, la lluvia se ha detenido. Mira, a través de la ventana, las estrellas brillan con intensidad. Al menos eso quedará, aunque nunca sepas qué habrá sido de él.