El buen lector no tiene más compromiso con el escritor que el que determinan las buenas maneras y el respeto que todos nos merecen cuando los encontramos. Si nos saludan, saludamos. Buenos días vecino. Si nos hablan, escuchamos. Si no entendemos, preguntamos. No ofendemos, no rayamos, no nos burlamos, pero si nos gritan o injurian, nos excusamos. Y si algún día sentimos que no queremos estar ahí, que no compartimos nada o que solo perdemos el tiempo en la relación, entonces tomamos nuestras cosas y con las mejores maneras que podamos nos despedimos y nos vamos. Hasta la próxima, tal vez. Con quien sí tiene compromiso el lector es consigo mismo. Darse su tiempo, respetar su afición, sacarle algún provecho y, si es posible, disfrutarla. Al final, cuando todo ha terminado, el buen lector agradece la oportunidad, guarda en su memoria un pensamiento y devuelve el libro a su lugar.