Llegó como un susurro, como la luz que tiembla detrás de unos párpados cerrados. Al principio no supe qué era; solo sentí un cosquilleo en los dedos, una urgencia en el pecho, un murmullo en mi mente. Era como si muchas imágenes revolotearan sueltas por los márgenes de mis pensamientos. Pronto, aquellas sombras tomaron forma y reclamaron nombres.

Así nació mi inspiración, en los rincones donde las historias duermen, a la espera de ser despertadas. Reconocí su presencia cuando las palabras comenzaron a palpitar. Surgían de una frase, de una mirada entre la multitud, de un recuerdo que nunca sabré si realmente es mío.

Y un día, sin darme cuenta, descubrí que podía escuchar lo que mi voz callaba. Entonces entendí que escribir era como atrapar el viento con las manos y moldear lo invisible en palabras. Era sostener un destello entre los dedos, sentir su pulso y dejarlo ir.


Comentario

Este texto se sometió a consideración para publicarse en el número 34 de la revista La llama azul de la Academia Literaria de la Ciudad de México, A.C. Busca responder, en 150 palabras, a la pregunta ¿cómo nació mi inspiración literaria?