“Para escribir un mal cuento policiaco solo se necesitan dos cosas: poco talento y la absurda confianza de creer que lo tienes.”
— Apócrifo de un tallerista confundido
Por fin llegó el correo. Rápido, ábrelo. La tarea: escribir un relato policiaco, en segunda persona —sí, otra vez— y en máximo tres cuartillas. Quizá deberías empezar in media res, ya sabes: en plena acción. El profesor jura que eso atrapa al lector. Vamos…
Aguanta. Sí, no es cómodo estar escondido en el clóset, pero es tu culpa. Si no hubieras dejado caer la vajilla, los de la casa seguirían soñando y no estarías aquí, aguantando la respiración como un idiota.
¡El plan era tan fácil! ¡El Gori mismo te dio la llave! Solo era cuestión de esperar a que durmieran, tomar lo valioso y ¡NO HACER RUIDO! ¿Qué parte no entendiste? Pero claro, te fuiste por lo más grande y escandaloso.
¡Silencio! ¿Esos pasos en la escalera? Cálmate. Respira despacio. No te muevas.
Bien, empieza con acción. Aunque, ahora que lo leo, este narrador es algo confuso, ¿no crees? ¿Un cómplice? ¿Tu conciencia? Da igual por ahora. Recuerda: tres cuartillas. Entonces, ¿en qué íbamos? Ah, sí. Que entren los policías…
—¿Qué pasó, parejita? ¿Había alguien arriba?
—Seguro lo soñaron. No había nadie. La taza rota estaría mal acomodada. ¿Vamos a buscar a un ladrón imaginario? Se ve que estos tienen dinero… Mejor llévate ese adornito, le va a gustar a la comadre. Yo ya tengo mi recuerdito.
—¿No vamos a revisar?
—¿Para qué? Si hubo ladrón, ya se fue. ¿O quieres pasarte la noche llenando papeles? Acuérdate del papeleo de la última vez. No, mejor agarra algo bonito, nos despedimos y listo.
Claro, lo que le falta a todo buen policía es una figurita cursi para el comedor. Como sea, ahí están el policía ingenuo y el corrupto. Sigo pensando que el narrador es ambiguo… pero luego lo revisamos. Por ahora, el destino no puede mostrarse tan indulgente con este émulo de Caco y Lupin. ¿De qué te ríes? Así hablo. Tú no te distraigas. Los policías estaban por irse: no los dejes. Aprieta un poco más…
Bien, parece que los polis no tienen ganas de trabajar. Solo quédate quieto. No sueltes nada. Ni un ruido. Porque si bajas las bolsas y algo se cae… te van a oír. Ni respires. Claro que se te duermen los brazos con tanta baratija encima. ¡Menso! Así no vas a sobrevivir ni media página más.
Ahora sí hay tensión. Sigue subiéndola. Con los policías otra vez…
—Pssst, silencio, pareja. Escuché algo por allá.
—Serán ratones. Ya te dije: agarra algo y vámonos.
Perfecto. Hay suspenso. Todavía hay que pulir, pero va saliendo. Al menos es policiaco y en segunda persona. Bueno, más o menos. Volvamos al ladrón. Pero antes: ¿estás seguro de que el lector nota los cambios de voz? Bah, que se las arregle. ¿Qué haces? ¡Déjalo así! Oye, ¿te has preguntado quién es este que te dice a cada rato qué hacer? No, no es el profe en tu cabeza. Soy yo. Tu narrador. Y desde ahora me reservo el derecho de editarte si te pones muy torpe. Y créeme: no tengo paciencia.
Sigue. Las cosas se le iban a caer al ratero.
Falta poco. Mejor piensa qué le vas a decir al Gori cuando llegues con esas porquerías. No le va a gustar nada. A ver si algo de eso vale la pena. Apenas se larguen, te echas a correr.
Y ni se te ocurra soltar nada. Te van a agarrar. Atento. A la primera oportunidad, sales corriendo... o disparando.
¿Qué? ¡No estornudes! No pienses en el polvo. Ya falta poco. Diez minutos. No, cinco. Ya se despiden. Se nota que tienen prisa.
¿Qué haces? ¡No te talles la nariz con el abrigo peludo…! ¡No!
¡Baboso!
Esto no sirve. Lo atraparán enseguida. ¿Y luego? Le falta misterio, intriga. Y no, digas lo que digas, no hay forma de arreglarlo. Empieza de nuevo. Algo más oscuro. Con gabardinas y asesinos seriales. Sí, algo así:
Era la noche del 27 de junio, sin luna y oscura como boca de lobo. La lluvia caía como una maldición húmeda y, bajo las viejas farolas del centro, el inspector Garay apenas podía ver más allá de su nariz.
El detective cruzaba el Barrio Chino rumbo al Bar Antonio. La Isela lo esperaba con información sobre el Asesino del Talón, como ya lo llamaba la prensa. Sonaba asustada. Temía ser la siguiente víctima. Ya eran tres barraganas muertas y la cuenta seguía creciendo.
Garay alzó las solapas de su eterna gabardina, que aún olía a clóset, y apuró el paso.
Esto promete. Más interesante y lleno de acción que el otro. Quizá “barraganas” no sea lo más elegante. ¿Sexo servidoras? No, cómo crees. “Barraganas” está bien. Suena algo tosco, pero es lenguaje de policías sin llegar a lo vulgar. Y el resultado es un verdadero homenaje a la “novela negra”. Si no todos entienden el doble sentido del ‘Asesino del Talón’… pues ni modo. Villoro, Monsiváis y Taibo II lo hacen, ¿por qué tú no?. Lo del clóset… no sé qué fijación tengas con eso.
Sí, será una historia de detectives, con asesino serial y todo. Muy mexicana y con sabor a bajos fondos. Aunque… ¿cabrá en tres cuartillas? Así como va, no creo. ¿Y la segunda persona? ¿Te suena de algo? ¡Te la volaste otra vez! Otro borrador para el cesto. A ver, va de nuevo… la versión número tres. Tal vez con un detective famoso funcione mejor…
En otros tiempos lo habrías previsto todo. Tuvo que ser alguien que conocía tus hábitos, que tenía acceso a tu vida. Alguien que sabía cuánto valoras el revólver de tu gran amigo Watson, ese que guardas en el armario. ¡Qué ironía! Tú, que siempre te burlaste de los casos donde el culpable era demasiado obvio, descubres que esta vez fue el más evidente de todos.
Sí, fue él. Y ahora puedes gritarlo: “¡Fue el mayordomo!”. Tres palabras que se repiten en tu cabeza una y otra vez. Si tan solo hubiera alguien que te escuchara.
Muy bien. Ahora sí me impresionaste, “mí mismo”. Está en segunda persona, es policiaco y hasta tiene a Sherlock. Con Watson y su revólver ahí, cualquiera lo entiende. Le diste un giro metatextual espléndido. Pero… ¿y si piensan que lo copiaste? No, ya sé que no lo hiciste, te estoy viendo. Pero igual podrían decirlo. Mejor guárdalo para después. No querrás que te acusen de plagio. Y sí, creo que tienes un serio problema con los clósets y los armarios. Anda, sorpréndeme. Pero sin más clósets, por favor.
Garay, la noche es peligrosa. Pero peor es llegar al taller sin historia. A ver qué se te ocurre ahora.
¡Basta! Ya se te secó el seso. Era en serio esto de escribir, no un juego. Me hartaste. Envía el primer texto como está. Al fin, no tenía que ser una obra maestra. Solo tenía que ser policiaco. Y está en segunda persona.
Voy por un café… y reza que al profe le guste el clóset. Es lo más policiaco que va a encontrar por aquí.
¿Y si mejor lo haces sobre un tipo que no puede escribir un cuento policial y acaba atrapado en él? No, ya estoy delirando yo también. ¡Mira que acabar en donde empezaste…!
Y claro, aquí estás, otra vez atrapado en tu propio cuento y ni siquiera tú sabes cómo salir. ¡A ver si un día aprendes a escribir como Dios manda! Bueno, al menos no todo fue tan malo como el jueves pasado.